martes, 2 de febrero de 2016

Tres meses de clases

Fueron únicamente tres meses que estuve dando inglés y cultura estética, me "despidieron", el tiempo de prueba pasó. ¿Qué aprendí durante ese tiempo? Mucho de los estudiantes, mucho de mi misma, mucho del sistema, mucho de los profesores. Quien vaya a la escuela, quien quiera que sea, y no aprenda nada, no está utilizando bien sus funciones cognitivas.

Estando entre días buenos y malos hubo un patrón bastante interesante: los días malos eran aquellos en los que no escuchaba a los estudiantes. Parece lógico, ellos se rebelan cuando no son escuchados, pero nadie más lo hacía, era y sigue siendo extraño. Estaban muchos dispuestos a atender, unos pocos estaban dispuestos a retar, yo soy joven aún, no llegué a enojarme.

Sin embargo, tres días antes de retirarme, ya con el aviso presentado, estuve más decaída que de costumbre, ellos pudieron notarlo... unos dos o tres. Me dijeron que me quede, yo dije que contra las reglas es mejor no pelearse, así se evitan muchos conflictos en la vida, y también les dije que siempre elijan hacer lo correcto. Espero que lo entiendan.

Me dio pena retirarme, sin embargo, no me he detenido desde ahí. Como dije, aún soy joven, hay más cosas a las que puedo dedicarme, más instituciones, más proyectos, más actividades... perdí mi trabajo aquella vez (noviembre 2015), pero no perdí en realidad tanto. La vida de cambios y azares es mucho más interesante por el momento.

Conexión con la música tradicional

Y hablando de países, de globalización, de identificación e identidad, qué extraño que la gente de un sitio no conozca la música de su propio sitio, también llamada su música tradicional. A pesar de que se ve en forma común hoy en día, la ignorancia en este detalle tiene que ser superada a toda costa. Ya no deberíamos ser capaces de decir que no conocemos nada de la música de nuestra tierra, ¿no la escuchamos en cada fiesta tradicional?, ¿no se escucha en la radio cada vez que la encienden en el bus, en una tienda o, por alguna coincidencia, en la casa?
Seguramente no, han de mencionar algunos, quienes han cerrado su percepción ante aquellos medios que ya no representan valor alguno para ellos, para cierto grupo de gente en general. Pero si nos permitimos abrir nuestros oídos encontraremos muchas formas de música que están presentes y que, al parecer, no queremos reconocer.

Estas melodías tradicionales no están lejos, ¡están aquí!, ¿dónde están?, parecen realmente ausentes, opacadas por otras más interesantes. Por lo tanto estas melodías arraigadas con la tradición son audibles cuando uno apaga todo y busca, y tiene que buscar bien porque, si no, encuentra las canciones con voces desentonadas y de baja calidad que ahuyentan a quienes buscan a artistas perfectas y ritmos modernos, correctamente masterizados, ¿qué esperamos realmente de la música nacional?, ¿por qué parece tan inalcanzable e incomprensible con lo vasta que, según los investigadores, es?

Seguramente es porque buscamos en lados opuestos, seguramente es por el bajo apoyo, seguramente es porque realmente no hay música buena en este rincón del mundo... ¡no es así!, no lo es. La respuesta va como una cadena: para que nuestra música tenga apoyo, debe tener popularidad; para tener popularidad, debe tener difusión; para su difusión, es necesario que la gente quiera escucharla; pero para que la gente quiera escucharla, debe estar identificada con ella. Ahora el problema está en que si hemos estado en una identidad vaga y mestiza como la nuestra, nada autóctono nos pertenece, tenemos que buscar en lo que se dispone para las masas que somos dentro de una gran sociedad homogénea.

En todo caso, si nos ponemos en esa situación, la música autóctona, endémica y tradicional quedaría al nivel de algunos tipos de blues o jazz de los estadounidenses: es algo que todos pueden disfrutar, pero admiten que no a todos les pertenece, por lo tanto sabemos que están ahí y sabemos que, en su construcción y complejidad o simpleza, tienen un gran valor como géneros y como historias, pero no nos conectamos con ellos; en el fondo creemos que si entramos en su mundo estaríamos reorganizando nuestro ser en una nueva identidad para realmente entender, transmitir y sentir este tipo de géneros. Mientras no sea así, sólo quedamos como turistas dentro de aquel espectro ritual lleno de simbolismos que se encuentra en la música ancestral de nuestra patria, a menos que alguien la incluya de forma comercial en su marca de música pop para enriquecimiento sonoro. Después de todo, nosotros elegimos si nuestra identidad preferirá una conexión con "todo" el mundo o con una específica región que vive al lado de él en su propia forma de ver la identidad y, por lo tanto, la música que tiene.